Suite Al-Lucinacions I

Suite Al-Lucinacions I

Como sólo la muerte es pasajera

Como sólo la muerte es pasajera
I
La desmesura inconcebible, ese barco frente a tu ventana,
que hundió su ancla, de pronto, con el chasquido de un rumbo muy oscuro.
Te despertará algún día el chirrido de la cadena recogida,
pero ya se habrá marchado, tal como vino, entre gestos de niebla,
y vos mudo de asombro ante cualquier certeza, incluso la de irte.
Lo sabrás para siempre o, mejor dicho, desde siempre.
Por eso, no insistas: el mar no cabe en tu valija,
es el momento de guardar tu valija en el mar.
II
Y aún sigues ahí, ante el arrebato rojizo de las tejas,
como si la niebla se levantara del mar para que tu mano descorra la memoria,
pero no insistas, no hay más nombres que esas islas de dulce balanceo:
ningún mapa las registra sino el aire, el frescor del aire, entre espumas y gaviotas y despedidas, aunque eterna es la mañana.
Hasta que el sol te ciegue los ojos para que veas
astillas de oro entre las sombras últimas.
Ahora sí, ahora es el momento.
III
Todas las mañanas tomás mate en la cocina de tu casa,
pero desde hace unos días encendés el fuego, tu pequeño fuego, en medio del mar.
Donde sea, las gaviotas chillan como si el ancla temblara en el barro más profundo.
A lo mejor hoy es el día, nunca se sabe, pero llueve como si lo fuera.
IV
Como siempre, llevas la navaja en el bolsillo izquierdo:
son formas primitivas del amor que todas las mañanas reverberan,
pero la sal, ya lo sabes, penetra más adentro que el filo de la hoja.
Ninguna marea, ni la más alta, basta para borrar una sola gota de sangre:
la memoria no es la herida, es siempre el mar.
Alberto Szpunberg de “Como sólo la muerte es pasajera”, 2009.

De agua

Potro que Dios líquidamente cría,
sobrepasa el nivel del espinazo
con sus crines y cola, pero lo aísla
la pampa sin declives.
----------------------------Siempre sobre
la misma paralela al horizonte,
si se derrama nuevamente al vaso
el galope del potro no es galope.

Y para que no vierta sobre cabos
que le inundan el pecho, desbordado
por las crines al cielo, ni la sombra
del domador lo abarca.
------------------------------ Con apero
de sol que lo rayea y evapora,
remontado de sus pampeanos huesos
el galope del potro es su galope.

Su galope de agua, ya sin sombra
que la anochezca, oculte del espacio,
hacia su doma en Dios y no en la pampa.
De agua alineada por el mediodía,
curvada por el potro de la lluvia:
crines desembocadas en sus crines
para que no se incendie todavía.

Sin esqueleto que jamás galopa
la pampa aunque galope, otro infinito
remonta el agua, pero evaporada.
Y ya empinada por la rienda ígnea
se oscurece recién con el jinete.
El jinete llamea en vez del potro,
nada las efusiones de sus puntas.

Por una línea de cruzados potros
de fuego y lluvia, sobre el cielo arde
y nada el domador. Pampa radiosa
no aísla su galope como pampa
horizontal. Declive es, pero enciende
al potro por los vasos, ni llovidos
ni sombreados, hasta su superficie.

Incendia hasta la lluvia que crinea
en sus líquidas crines. Llamaradas
afluyen al caudal que fue su pecho,
ya no cabos de agua, y, todavía,
su doma es sólo en Dios. Para su sombra,
crines y cola ardidas y un jinete
que nada sol.
----------------------La pampa con sus huesos.

Poemas con caballos (1955) Héctor Viel Temperley